Luego de posponer en el 2012 el viaje a Ushuaia por el Norte
y un tramo de la Ruta 40, este año decidí finalmente hacerlo. Y no solo, sino
junto a dos XTZ 250 mas.
Una, la de Leonardo (“El flaco”, para
nosotros), la de Claudio (alias “El tano”), y la mía.
Las tres, modelo 2010. La mía, con dos viajes ya hechos
(Mendoza y Chile en 2011, NOA y Ruta 40 en 2012), y las otras dos, sin salir de
Buenos Aires hasta entonces.
“El flaco” se encargo de la puesta a punto de las tres
motos. Le hizo todo lo que se le puede hacer y más: aceite, filtros,
transmisión, válvulas… Y hasta jugó con la altura de su moto, despegando el
asiento un poco más del suelo. El “Flaco” es conocido en el rubro de las motos
de pista, y es el hechicero de las puestas a punto y las reparaciones en su
taller.
Yo me encargue de la planificación del viaje, y de las rutas
a transitar.
Entre los 3 llevamos: 4 bidones de 5 litros, y uno de 10.
Una cadena de repuesto, cámaras, inflasellas, inflador, filtros, bomba de
nafta, etc.
Día 1 | Sábado 26 de
enero.
Ese día, no sé como hice para matar la ansiedad de semejante
aventura, pero…¡me quede dormido!
Me despertó el llamado del Flaco a las 6 de la mañana de
dicho día. Me estaban esperando en la Shell de Acceso Oeste y Martin Fierro, a unas
cuadras de casa. Así que me prepare en tiempo record, y en menos de 15 minutos,
ya estaba en la Shell. Cabe aclarar, que la moto ya había quedado preparada del
día anterior.
Así que salimos nomas… Tomamos el Acceso Oeste hasta Lujan,
para luego retomar por la ruta nacional N°5. Luego de unos 130 kilómetros,
paramos a desayunar en una YPF en Chivilcoy. Evidentemente, habíamos
“canchereado” el frio, por lo cual el desayuno se extendió un rato largo, hasta
retomar temperatura.
Con el sol un poco más arriba, retomamos el viaje con la
ruta en muy buenas condiciones por suerte, donde paramos a cargar nafta en 9 de
Julio, Pehuajo y luego en Trenque Lauquen, para luego parar a almorzar algo
rápido en una YPF de Santa Rosa, La Pampa. El tramo se había hecho bastante
largo.
Allí hicimos unos pocos kilómetros y nos detuvimos en un
costado de la ruta a la sombra de unos árboles, a charlar y dejar que el tiempo
pase y el calor de la tarde aflojara un poco.
Luego de un largo rato, seguimos viaje hasta General Acha,
la última parada antes del cruce de la ruta del desierto. Allí, encontramos un
lindo y sencillo hospedaje sobre la ruta 152, antes de la entrada al pueblo. El
dueño del mismo, tenía una XT 225 -la predecesora de nuestras XTZ250-, con
quien intercambiamos unas cuantas palabras.
Luego de los mates del Tano, de las duchas, y del primer
relax mirando el atardecer, fuimos a cenar a una parrilla del pueblo, la cual
nos pareció un poco cara. De todas formas, repusimos energías, y nos fuimos al
sobre para descansar.
Día 2 | Domingo 27 de
enero.
A eso de las 6 de la mañana, antes que el sol aparezca en
acción, nos levantamos y empezamos a cargar todo arriba de las motos:
valijones, bolsos, repuestos, etc.
Luego de terminar, cargamos nafta en el A.C.A. del pueblo,
el cual nos demoro bastante porque había mucha gente. Ahí llenamos los bidones
para encarar la desértica ruta.
Había un señor con una V-Strom y su hijo con una Falcon,
comentándonos del terrible estado de la Ruta 40 en la parte mas al sur.
Luego de la charla y la carga de combustible, volvimos a la
ruta 152, para hacer poco mas de 100 kilómetros para llegar a Chacharramendi,
pueblo que marca el límite con un cartel imponente : “Ruta provincial 20 Conquista
del desierto”.
Aquí tuvimos la primera anécdota del viaje: Antes de llegar a Chacharramendi, unos 20 km antes, vimos como un YBR 125 se nos pego en la ruta, cual pájaro se une a una bandada volando a lo desconocido. En Chacharramendi, paramos sobre unos árboles a refrescarnos y a pasar la nafta de los bidones al tanque. Ahí, el conductor del YBR se bajo y se presento. Su nombre era Tomas, y venia de Uruguay. Su destino era Valdivia, donde vivía su madre. El tema es que Tomas y Leo (el “flaco”) se conocían. Leo había dado una campaña de servicio técnico en Uruguay, y Tomas lo conoció ahí. Así que luego de charlar un rato, seguimos viaje los cuatro.
Aquí tuvimos la primera anécdota del viaje: Antes de llegar a Chacharramendi, unos 20 km antes, vimos como un YBR 125 se nos pego en la ruta, cual pájaro se une a una bandada volando a lo desconocido. En Chacharramendi, paramos sobre unos árboles a refrescarnos y a pasar la nafta de los bidones al tanque. Ahí, el conductor del YBR se bajo y se presento. Su nombre era Tomas, y venia de Uruguay. Su destino era Valdivia, donde vivía su madre. El tema es que Tomas y Leo (el “flaco”) se conocían. Leo había dado una campaña de servicio técnico en Uruguay, y Tomas lo conoció ahí. Así que luego de charlar un rato, seguimos viaje los cuatro.
Realmente, la ruta del desierto es muy aburrida y peligrosa.
Desde los que pisan el acelerador a fondo, hasta los que se van durmiendo por
la recta eterna de hora y media, podemos ver que hay que estar atento, porque
entre eso y el calor abrumante….se hace eterno el viaje.
Llegados a 25 de Mayo, todavía en La Pampa, nos detuvimos a
cargar nafta y tomar algo, porque la ruta del desierto nos había dejado de
cama. Eso sí, la YPF que aparece como si fuera un “oasis” en luego de tal ruta
se aprovecha un poco de ser “lo primero” que aparece, y los precios de mercado
no son para nada normales. Así que luego de la carga, nos adelantamos un
poquito hasta antes del límite con Río Negro, donde se ve el ancho Rió Colorado.
Ahí, en otra YPF, nos detuvimos a almorzar. El aire de la
estación no andaba, y afuera, justamente era lo que no corría. El sol quemaba
la piel con rapidez, y sumado a que ya habíamos atravesado la ruta del
desierto, las ganas de una siesta fresca tentaban… Tomas decidió saludar y
seguir viaje, porque lo esperaban en Neuquén ese día para dormir. Así que con
una decisión muy fuerte, se sumergió en el agobiante baño de sol de la tarde
pampeana. Nosotros, nos adelantamos unos pocos kilómetros, y nos refrescamos
las piernas en un charco (Sinceramente, no dábamos mas del calor).
A eso de las 5 de la tarde, emprendimos viaje hacia Neuquén.
No teníamos un lugar definido donde dormir, ya que iríamos calculando con la
puesta del sol para evitar manejar de noche. El “flaco” conocía gente en
Cippoletti donde podríamos hospedarnos, pero yo pensé que si no avanzábamos un
poco más, poco a poco, nos iríamos retrasando. Así que decidimos pasar Neuquén
de largo.
En la ciudad de Neuquén, ya con los tanques de nafta
nuevamente llenos, dando vueltas y tratando de salir a la ruta 22, para
continuar hacia Plaza Huincul, nos detuvimos en un semáforo. Un grito con una
tonada rara se escucho, pero yo sinceramente no había visto a nadie. Era Tomas,
que estaba perdido y nos vio pasar y salió a buscarnos. Así que nuevamente, se
unió a “la bandada” y seguimos viaje.
Tomas no pudo encontrar la casa donde había arreglado
quedarse a dormir, ya que en su GPS no aparecía, y quienes lo querían ayudar en
la ciudad, decían que no existía.
El sol ya empezaba a caer. La ruta 22 en dirección opuesta a
donde nosotros íbamos, era un sin fin de vehículos de no creer. Por momentos,
se colapsaba, y se detenía en ambas manos. Sin embargo, seguimos viaje sin
parar.
Llegando a la bifurcación entre la 22 y la 237, el sol ya
había desaparecido. Solo su esplendor tenía el horizonte del oeste con un tono más
claro, mientras que del otro lado, una luna gigante parecía perseguirnos.
Seguimos viaje hasta Plaza Huincul y Cutral Co, donde cargamos nafta mientras
de la mano de enfrente de la ruta, se veían las gigantes instalaciones de las
refinerías.
Dimos unas cuantas vueltas para conseguir hospedaje y poder
cenar. Luego de tantas vueltas, ya con la panza llena, a eso de las 12 de la
noche pudimos tirarnos a descansar los cuatro.
Día 3 | Lunes 28 de
enero.
A eso de las 7, ya habíamos arrancado con los motores entre
las piernas. La ruta seguía siendo la 22, hasta Zapala. Allí, luego de cargar
nafta en una YPF y de saludar a Tomas, quien cruzaría a Chile para llegar a
Valdivia en el día y ver a su madre, volví a sentir “eso” que todo motociclista
debe sentir al ver su sombra sobre la ruta 40, la ruta más hermosa que puede
tener este gran país.
Ya en el viaje a Mendoza, pude recorrer unos pocos
kilómetros de la mítica Ruta 40, mientras que en el norte desde las Salinas
Grandes hasta casi el Parque Nacional Talampaya, con más de mil kilómetros de
la misma, la mayoría de ripio y caminos estrechos y únicos.
Así que así seguimos viaje. A unos pocos kilómetros de
subirnos a esta única ruta, una melodía de bocinazos fue tocada: Era el saludo
con Tomas, quien doblaba en una rotonda para encarar al país transandino. Empezamos a “bajar el mapa”, deleitándonos con
los paisajes montañosos, y las curvas y contra curvas que aparecían una y otra
vez.
Nos detuvimos a almorzar algo rápido en el A.C.A. de Junín
de los Andes. Allí estiramos un poco las piernas, y nos preparamos para empezar
seguir bajando por los Siete Lagos.
La ruta, cada vez mejor, nos acerco a San Martin de los
Andes. Un hermoso lugar, con mucha inversión, y con una de las mejores playas
cordilleranas. Ahí nos metimos un rato en el agua, y descansamos con unos
mates. Después, seguimos por el ripio de la ruta hasta Villa La Angostura.
La ruta de ripio fue un hermoso desafío. Con Leo ya teníamos
cierta experiencia con la superficie, pero para “el Tano”, era algo nuevo. Así
que nos ajustamos un poco a su velocidad, y tratamos de seguir los tres juntos,
aunque de vez en cuando con el Flaco nos “emocionábamos” acelerando y lo perdíamos…
Finalmente, llegamos a Villa La Angostura. Debo admitir que
pocas ciudades demuestran tanta hermosura cuando uno llega. Otro A.C.A. nos
abasteció de combustible luego de tener un segundo almuerzo a eso de las 6 de
la tarde en plena avenida de la villa. Luego de averiguar dónde hospedarnos,
nos dirigimos al Hotel Angostura, con playa, embarcadero, y vista al lago
Nahuel Huapi y un hermoso parque lleno de rosas. Luego de abonar la estadía,
nos fuimos a la playa a “congelarnos” con el agua del lago. Nos quedamos
mirando cómo se ponía el sol, y tomando unos mates, apreciando el silencio del lugar.
Esa noche cenamos ahí mismo, y nos fuimos a dormir luego de la ducha.
Esa noche cenamos ahí mismo, y nos fuimos a dormir luego de la ducha.
Día 4 | Martes 29 de
enero.
Entre mates y cachivaches del viajero, el amanecer nos vio sentados en el jardín,
mirando el lago.
Luego de cargar todo, empezamos con la ruta del día. Así
dejamos La Angostura, un lugar hermoso y reconstruido con el esfuerzo de su
gente después de las cenizas que dejo aquel volcán hace unos años.
La ruta siguió siendo cada vez más hermosa, con lagos y
azules para donde miráramos. El frio empezó a ser protagonista en las mañanas
del viaje, pero nunca como lo sería el viento más adelante… La cámara del casco
del “Flaco” salió volando en una curva, la cual nos hizo demorarnos unos
instantes para ir a buscarla.
Entramos a Bariloche, pero solo para cargar nafta, y
sacarnos unas fotos en el Centro Cívico. Bariloche es muy lindo, pero volvíamos
a respirar ese aire de ciudad, que nos hizo irnos rápidamente…
Seguimos viaje, por la 40 con destino a El Bolsón, lugar que
amo y que he visitado antes varias veces. La ruta, con algo más de cien
kilómetros entre Bariloche y el destino, ofrece curva y contra curva con los
lagos a los costados. Había un intenso tránsito, y motos de algunas partes del
mundo. Para envidia nuestra, vimos un pelotón de XT660Z que habían venido de
Europa.
Llegando a El Bolsón, empezamos a ver las ferias y
cervecerías que adornan los costados de la ruta. En una YPF antes del centro
cargamos nafta, lubricamos cadenas como en cada parada, chequeamos el estado
general de las motos, y nos dirigimos a la Plaza Pagano, emblema de El Bolsón,
con el cerro Piltriquitron de paisaje en el este, y las montañas
precordilleranas en el oeste.
Ahí almorzamos en la plaza algo rápido, mientras veíamos un
sinfín de gente entrando y saliendo en la galería de la feria de artesanías, la
mas grande que me ha tocado visitar en todo el pais. Una vez más, abrimos el
mapa y señalamos como destino Esquel, con lo que rápidamente luego de almorzar,
volvimos a la 40. A pocos kilómetros, la ruta según mi memoria se bifurcaría, y
señalaría la continuación de la 40, y la ruta provincial 16.
Yo ya conocía Lago Puelo, pero sería una picardía no volver a ir, y que los demás no lo vieran. Así que les dije de ir, y ellos no tuvieron drama….
Yo ya conocía Lago Puelo, pero sería una picardía no volver a ir, y que los demás no lo vieran. Así que les dije de ir, y ellos no tuvieron drama….
¿Drama? ¡Mas que chochos con Lago Puelo! Uno de los lugares
mas lindos de la Patagonia y del país, delante de nuestros ojos. Ahí nos
quedamos alrededor de una hora mirando el paisaje, y viendo y considerando la
hora que era y el destino que teníamos, decidimos seguir viaje.
Así que luego de dar vueltas para conseguir nafta porque en
una YPF no había, volvimos a la ruta y seguimos bajando por la hermosa 40,
pasando por el Lago Epuyen. Las obras sobre la misma se venían con más
frecuencia, donde nos deteníamos por momentos a esperar la señal de paso. Ahí,
empezamos a sentir unos fuertes vientos por momentos, que venían del oeste y
nos hacían ir con cautela y cierta inclinación. Cabe aclarar, que la XTZ 250 no
está hecha para la ruta y menos para viajes largos. Tiene su punto de gravedad
bastante alto por la altura, y a esto, sumado el equipaje y/o los valijones,
una leve brisa ya inclina la moto con facilidad.
A eso de las 6 de la tarde, más o menos, merendamos en una
Petrobras antes de entrar a la ciudad de Esquel. Con mapa en mano, decidimos
atravesar Esquel y dirigirnos hasta el Parque Nacional Los Alerces.
Aprovechando el sol que se ponía tarde, empezamos a tener el viento de frente
mientras cruzábamos la ciudad. La ruta hasta Los Alerces, tiene un zigzag
bastante peligroso en un momento, en plena subida y bajada. Luego de unos
cuantos kilómetros, llegamos a la entrada al parque. Allí abonamos el acceso, y
tuvimos el primer control de Gendarmería Nacional. Nos pidieron todo lo
necesario, con un tono y un humor bastante
“anti porteño”. Luego, seguimos viaje y buscamos dónde hospedarnos.
Bajamos las cosas, y nos fuimos a tomar mate con el atardecer de “show” sobre
el Lago Futalaufquen.
Ya de noche, almorzamos en el parque, y nos fuimos a
descansar luego de hacer otro chequeo sobre las Yamaha…
Día 5 | Miércoles 30 de
enero.
Con una fría mañana, mateamos y desayunamos nuevamente sobre
el Lago Futalaufquen, y con las manos casi congeladas, nos dirigimos a Esquel,
para cargar Nafta y desayunar nuevamente.
Luego de mirar y mirar, y volver a mirar el mapa, empezamos
a dudar si podríamos llegar con el tiempo a Ushuaia, pasando por toda la 40
hasta Rio Gallegos… Así que decidimos antes de seguir viaje, bajar hasta Tecka,
un pueblo muy pequeño donde cargaríamos nafta mas tarde, y empalmaríamos la
ruta provincial 20, con destino a Comodoro Rivadavia. El Tano no estaba de lo
mas “canchero” para probar tantos kilómetros por 40 en ripio, por lo que el
cambio de ruta fue la mejor opción.
Y así fue. Primero en Tecka, luego en Gobernador Costa fue
donde “picamos” algo y cargamos nafta. En este ultimo pueblo, un nuevo control
de Gendarmería nos detuvo. No tardo más de dos o tres minutos el detenimiento.
Uno de los oficiales nos comento el “terrible” estado del ripio de la ruta 40
en su parte sur.
La ruta, luego de haber sido árida, recta y aburrida, se
empezó a poner más divertida: curvas y contra curvas entre montañas en el medio
de la nada misma. Muy hermosa ruta por suerte!
El viento que nos empujaba de costado cuando “bajábamos”
ahora lo teníamos de atrás, soplando como un aire constante que no paro nunca
de darnos una pequeña “ayuda” con la velocidad del viaje. Llegando a Sarmiento,
se pueden ver los lagos Musters y Coihue Huapi, dos gigantes espejos de agua
que abastecen la zona con agua potable.
Allí en Sarmiento merendamos en un pequeño A.C.A. sobre la
ruta. Cargamos nafta nuevamente, y seguimos viaje, en la recta final del día.
Los pozos petroleros comenzaban a aparecer cada vez con más frecuencia, al
igual que los molinos de energía eólica.
Buscando hospedaje, a 15 minutos de mi caída, fue el “Tano” quien se cayó subiendo a una vereda. Cuando nos dimos cuenta, la moto de el “Tano”, además de tener un plástico roto, tenia detalles como la palanca de cambios doblada, mientras que mi moto goteaba aceite, lo cual nos preocupo bastante.
Una vez hospedados en un elegante hotel de la ciudad, nos
dedicamos a las motos. El “flaco” empezó a hacer sus magias, y después de un
rato, el aceite ya no goteaba –de la caja del filtro de aire-, y la moto del
“Tano” ya tenía todo en orden.
Comodoro Rivadavia debido a que mueve mucho capital por los
pozos petroleros que están en la periferia de la ciudad, hace que la economía
del lugar sea algo “salada” para los viajeros. Por eso es que el Hotel no nos
pareció barato, al igual que los precios de los lugares donde uno se podría
sentar a comer, por lo que picamos algo en una pizzería, y nos fuimos al sobre
a descansar…
Día 6 | Jueves 31 de
enero.
Luego del cálido desayuno del Hotel, cargamos todo
nuevamente en las motos, chequeamos si ninguna goteaba, o tenía algún detalle
que podría llegar a dificultarnos en el viaje.
Fue una mañana muy fría, y nublada. Pero lo que realmente
nos llamaba la atención, era ver como todo “volaba” por el aire: el viento, ese
mismo que nos había “ayudado” a llegar a Comodoro Rivadavia con rapidez, en
esta oportunidad nos asusto.
Salimos muy despacio hasta una YPF, donde cargamos nafta, y
donde hablamos con el playero del lugar
“¿Viento? Esto es un poco apenas….Ya van a ver lo que es” dijo el simpático
empleado.
No se equivoco. Apenas salimos de la estación de servicio,
una tierra levantada por el viento nos acompañaba por el suelo. Con las motos
de costado empezamos a seguir nuestro viaje por la ruta 3, con una escasa
velocidad y con preocupación por el día, donde el Sol no mostraba ni un rayo de
luz.
Pasando Rada Tilly, un control provincial nos hizo detener y
declarar unos largos minutos: a dónde íbamos, cuanto tiempo, que llevábamos,
etc. Nos advirtió que el viento era fuerte, pero que podría ser peor, ya que a
veces debido a ráfagas continuas mayores a 120 kilómetros por hora, la ruta se
cierra impidiendo el paso momentáneamente.
Cruzando ya a la provincia de Santa Cruz, con el mar a la
izquierda como aliado a la vista, y el viento por el otro lado, seguimos el
viaje con las motos de costado.
Aqui fue quizás el momento donde mas miedo sentí en la Ruta
3. El “tano” a la cabeza, El flaco atrás, y yo, ultimo en la fila de las XTZ:
en la mano contraria, venia una camioneta con un tráiler, el cual luego de
cruzar con el “Tano” y Leo, el tráiler salió volando como un papel para el lado
del mar, y la camioneta, por una cuestión de fuerza, giro en U sobre la ruta,
justo adelante mío.
Unos 100 metros de distancia, y la historia hubiera sido otra, pero por suerte no paso nada mas que eso.
Unos 100 metros de distancia, y la historia hubiera sido otra, pero por suerte no paso nada mas que eso.
Llegando a Caleta Olivia, siempre con el mar a nuestro
costado, cargamos nafta nuevamente. Atravesamos la ciudad, y salimos nuevamente
a la Ruta 3.
La velocidad promedio debido al viento y el equipaje no
supero nunca los 80 kilómetros por hora, a todo esto, con la moto de costado, y
la lluvia que empezaba a tomar protagonismo.
Si la ruta que hicimos el segundo día era la “Conquista del
desierto”, evidentemente quien la llamo así, nunca había transitado la ruta 3.
Fue muy desgastante luchar con el viento en cada ráfaga, haciendo fuerza y
magia para no caernos constantemente.
Como una especie de oasis, una YPF en Tres Cerros apareció. Allí,
todo el mundo que sube o baja por el país, para. Y así hicimos nosotros, tanto
como para cargar nafta, como para almorzar y relajarnos un poco después de
tanto esfuerzo físico. Entre un montón de revistas que ofrecía la estación de
servicio para los que comían ahí, tuve una hermosa sensación de verme en la
tapa de una Informoto, precisamente la 457, donde salí relatando el viaje al
norte.
Luego de eso, seguimos viaje, sin saber cual sería nuestro destino debido a que la variable “viento” y “clima” no era algo que teníamos tan claro.
Luego de eso, seguimos viaje, sin saber cual sería nuestro destino debido a que la variable “viento” y “clima” no era algo que teníamos tan claro.
La ruta siguió siendo lo mismo. Cargamos nafta en Puerto San
Julián, pero no entramos a la ciudad. La idea era seguir y seguir hasta que no
podamos más.
Afortunadamente, un camión con patente “charrúa” que iba a
una velocidad promedio de entre 80 y 90 kilómetros por hora, apareció y nos
“colamos” en su rastro. Así, no luchamos con el viento y el viaje se hizo más
ameno. El sol ya había salido, y cuando nos quisimos dar cuenta, luego de unas
horas ya estábamos en el pueblo Comandante Luis Piedrabuena, un hermoso lugar
de poco nombre, y de mucha calidez.
Luego de cenar en un restaurant cercano a la ruta, nos
fuimos a dormir, pensando en que al otro día ya deberíamos estar en Tierra del
Fuego.
Día 7 | Viernes 1 de
febrero
Con una fría mañana, despertamos en Luis Piedrabuena.
Desayunamos como en cada mañana, llenándonos de coraje, de energías y de ganas
de llegar de una buena vez a la ciudad más austral de todas.
Ya en la ruta, algo más de doscientos kilómetros nos
separaron de Rio Gallegos. La ruta siguió siendo lo mismo que había sido los
días anteriores, solo que esta vez el Sol nunca se tapo de nubes.
En Rio Gallegos, nos dirigimos a un concesionario Yamaha,
donde hicimos el cambio de aceite, de filtro, y retocamos las cadenas y demás.
La gente de “SM motos” nos brindo su amabilidad y en menos de media hora, ya
teníamos las motos como nuevas para salir a la ruta nuevamente. Nos dirigimos
al centro de la ciudad, donde retiramos dinero y luego a una YPF para almorzar.
Unas pocas gotas caían para esa hora, y cuando nos estábamos
yendo, sobre la calzada nueva y resbaladiza de la estación de servicio, me
patino la rueda trasera y la moto se me fue nuevamente para el mismo costado,
con lo que volví a caerme de la misma manera. Esta vez el cuerpo quedo
dolorido, sobre todo en la pierna, pero no fue excusa para no seguir el viaje.
Así que seguimos por la Ruta 3, bajando, hasta el paso Integración
Austral, paso fronterizo entre nuestro país y la nación hermana.
Había una cola de autos, micros y camiones de unos tres
kilómetros. El frio era intenso al igual que el viento, que se encargo de
“picar” el mar y haciendo que la “balsa” no pueda navegar por el estrecho. Así
que desde las cinco y media de la tarde hasta casi las nueve, nos congelamos
esperando a que venga el transbordador. Por suerte, tuvimos esa “prioridad” de
andar en moto, y subimos en el primero
que cruzo.
Fue realmente hermoso, saber que ya estábamos en la isla de
Tierra del Fuego, luego de tanta espera, de tanto papelerío. Por moto nos
cobraron $70 pesos argentinos para cruzar el estrecho, donde una vez que
llegamos a la isla, presentando el ticket de pago pudimos bajar.
La ruta seguía siendo la 257, y toda asfaltada. Solo vimos estancias
gigantes y como el sol desaparecía, allá por las 10 de la noche. Las motos ya
casi andaban con el olor a nafta que quedaba en el tanque, cuando llegamos a
Cerro Sombrero, pueblo que tenia estación de servicio según la gente con la que
conversamos a bordo de la balsa.
Pero el frio fue tanto, que paramos en el primer hospedaje
que vimos.
No nos atendieron muy bien, ni tampoco nos cobraron barato. Al ver que éramos argentinos, nos dijeron un precio y luego otro, con lo que nos pusimos de mal humor. Nos duchamos, y sin cenar por lo largo que había sido el día, nos fuimos a dormir.
No nos atendieron muy bien, ni tampoco nos cobraron barato. Al ver que éramos argentinos, nos dijeron un precio y luego otro, con lo que nos pusimos de mal humor. Nos duchamos, y sin cenar por lo largo que había sido el día, nos fuimos a dormir.
Día 8 | Sábado 2 de
febrero
Y finalmente, un día teníamos que llegar a la ciudad más
austral del mundo…
Desayunamos en el Hotel, y nos fuimos a cargar nafta a la
estación COPEC que estaba a unas cuadras. Fueron aproximadamente 35 litros
entre las tres motos, a un valor de $400 argentinos….un poco salada la nafta,
siendo de 93 octanos.
Hicimos unos pocos kilómetros, y la ruta se transformo en
ripio. La cara del “Tano” lo decía todo: 120 kilómetros ripio hasta poder salir
de Chile, y llegar a San Sebastián, primer pueblo argentino.
La ruta de ripio, se caracterizo bastante por no estar
señalizada. Siendo objetivo, la ruta está bastante cuidada para ser de ripio,
pero la falta de carteles con las bifurcaciones que presentaba en algunos
trayectos, nos hicieron dudar de cuál era el camino. Y si bien el GPS es un
chiche hermoso, no todo el mundo está obligado a tener uno, sino que la ruta es
la que debe estar señalizada. En el medio de la misma, vimos como se empezaba a
hacer el pavimento de este enlace entre Cerro Sombrero y el suelo argentino en
la isla.
Para las 12 del mediodía, ya estábamos en el paso fronterizo
Chileno. Yo ya había hecho los trámites, mientras Leo terminaba y el “Tano”
buscaba desesperado algo: Se le había extraviado el papel de entrada a Chile,
con lo que no podían darle la “salida”. Nos pusimos nerviosos, y hasta
amenazamos –en chiste- con dejarlo con una carpa en el lado chileno, mientras
que nosotros íbamos a seguir viaje. Luego de dar vueltas y vueltas, y de
revolver todo, le insistí al “Tano” que pasara por el control sin dar tantas
explicaciones. Así que pasamos los tres, yo presentando el papel, y el “tano” y
Leo, por el costado mío.
Luego de un pequeño trayecto, estábamos en el control
argentino. Le explicamos al gendarme lo sucedido y este exclamo “¿Pero usted es
argentino?... ¡Pero como no va a poder ingresar a su país!” Un alivio nos vino
encima…
Luego del papeleo, y de sentir que ya estábamos de vuelta en
nuestro suelo, cargamos nafta en una pequeña YPF en San Sebastián, para
dirigirnos a Rio Grande.
Seguíamos con el mar a la vista, y con mucho frio.
En Rio Grande cargamos nafta y almorzamos. Luego nos fuimos
a la plazoleta de la costanera, donde hay muchos monumentos en honor a los caídos
en la guerra de Malvinas.
Continuamos por la Ruta 3, y llegamos a Tolhuin, lugar
hermoso que nos recibió para merendar. La misma duro poco, y luego de cargar
nafta, nos subimos a la recta final del viaje de ida.
La ruta 3, que nos aburrió tanto y nos lleno de miedo hasta
ese día, nos sorprendió: lagos, caminos de cornisas, montañas, picos nevados.
Nada es más lindo que este tramo de la ruta 3. Cada diez kilómetros, nos
deteníamos para sacar fotos y contemplar los lugares hermosos que presenta este
tramo. Casi 110 kilómetros, en más de dos horas de paseo, llegamos finalmente a
la entrada de la ciudad, donde nos sacamos fotos y preguntamos dónde
hospedarnos.
A la noche fuimos a cenar a una parrilla en el centro, y después nos fuimos a dormir.
Día 9| Domingo 3 de
febrero
Una mañana hermosa pero fría vimos al despertar. Luego del
desayuno, fuimos a sacarnos la foto que todo curriculum de viajero en moto
quiere tener: La foto en el final de la ruta 3, en Bahía Lapataia. Así que
fuimos a al Parque Nacional Tierra del Fuego, donde abonamos la entrada, y nos
acercamos a la ensenada. Allí se encuentra el “ultimo” buzón de Correo
Argentino del país, sobre un pequeño muelle. La vista en la ensenada es digna
de una postal. Luego de varias fotos, seguimos viaje hacia el final de la ruta
3, donde el trayecto es de ripio.
Nos sacamos varias fotos, caminamos por la bahía, y nos fuimos a comer a la confitería que hay dentro del parque. Luego de almorzar, y de cargar la batería de mi cámara, volvimos al cartel a sacar más fotos y a seguir mirando ese lugar tan hermoso.
Saliendo del parque ya, nos dirigimos al Glaciar Martial,
donde el camino es de lo más sinuoso.
Día 10 | Lunes 4 de
febrero
Ushuaia nos recibió de una manera muy amable, y nos dejo un
lindo recuerdo, mas allá de que nos quedaron muchas cosas para hacer.
Ese día nos levantamos, con las caras largas del “tener que
volver para trabajar”. Volvimos por la 3, la cual es la única vía que comunica
a la isla entre Ushuaia y el otro extremo. La ruta hasta Tolhuin, la vimos
desde otra perspectiva, la cual nos volvió a sorprender. Cargamos nafta en Rio
Grande, luego en San Sebastián, y luego cruzamos a territorio chileno. Al ser
lunes, casi no había gente comparado con el día de la ida, así que en unos
minutos ya estábamos en la ruta de ripio, en camino al cruce del estrecho de
Magallanes.
Cuando mencione que la ruta no tenía un solo cartel, no exagere. En un momento nos confundimos, y yo elegí el camino que no era, y terminamos en una ruta que en definitiva, salía al mismo lugar, pero que era distinta, lo cual nos desconcertó y nos dio un poquito de miedo.
Cuando mencione que la ruta no tenía un solo cartel, no exagere. En un momento nos confundimos, y yo elegí el camino que no era, y terminamos en una ruta que en definitiva, salía al mismo lugar, pero que era distinta, lo cual nos desconcertó y nos dio un poquito de miedo.
Para colmo, saque el mapa que usamos siempre, y una ráfaga
se lo llevo a volar por los aires, el cual tuve que salir corriendo a buscar
para no perderlo.
Luego de una hora y media, y de atravesar una ruta hermosa,
llegamos al asfalto, para encaminarnos, con poca nafta hacia la balsa. La
misma, justo venia, así que no demoramos mas de 10 minutos en ya estar arriba,
cruzando al continente.
Hicimos el tramo hasta el paso Integración Austral, donde
terminamos con los benditos papeles, y salimos a nuestra desértica ruta 3, la
cual nos llevo a Rio Gallegos. Allí, pasamos a saludar a la gente de “SM motos”
y decirles que estábamos enteros, y luego, a buscar hospedaje.
A la noche, cenamos en el centro y nos fuimos a descansar
para tener un largo viaje al siguiente día.
Día 11| Martes 5 de
febrero
Por la ruta 3, empezamos a subir por el desierto. Primero, cargamos
nafta en PiedraBuena, luego en Tres Cerros, para después llegar a Caleta Olivia,
a poco más de 12 horas de haber salido de Rio Gallegos. En Caleta, nos recibió
una amiga en la casa de su madre. Allí, luego de mas de 12 horas de moto, quien
les escribe se encargo de hacer un asado cerca de la media noche. Agradecemos
la hospitalidad de “La colo”, su novio y su madre que nos trataron como si fuéramos
sus hijos, en el corazón de Caleta. Mientras cenábamos, “La colo” y su novio
nos contaban sobre sus aventuras en dos ruedas por la zona cordillerana;
después contamos como venia nuestro viaje, y como pensábamos terminarlo. A eso
de las dos de la mañana, finalmente, nos fuimos a descansar.
Día 12| Miércoles 6
de febrero
Paramos en Comodoro Rivadavia por nafta y para comprar una
cubierta trasera, ya que las nuestras estaban muy gastadas, y había más
probabilidades de que pinchemos.
Luego nos detuvimos en Garayalde, unos cuantos kilómetros
después, recargamos el tanque y los bidones en Garayalde, Chubut. Allí, volvimos a encontrar la
edición de Informoto con mi moto en la tapa, y cuando nos estábamos yendo, se
acerca un automovilista y nos pregunta “Disculpa, vengo de Trelew…¿puede ser
que tu moto estaba en una revista? Porque leí toda la nota…. Te felicito!”
Evidentemente, la revista se lee en todas partes del país, y curiosamente, la de mi viaje!
Evidentemente, la revista se lee en todas partes del país, y curiosamente, la de mi viaje!
Seguimos, como siempre, luchando con el viento, hasta
Trelew. Allí, a eso de las cinco de la tarde, nos detuvimos a tomar un café
para calentar un poco el clima, para poder subir y seguir en la recta final
hasta Puerto Madryn.
Dimos unas cuantas vueltas en el centro, y conseguimos
hospedaje frente al mar. Pudimos dejar las motos al costado, y luego de unas
duchas, nos fuimos a conocer el centro de la hermosa ciudad.
Realmente el centro es hermoso, y tiene una gran oferta de
bares y restaurantes donde pasar la noche. Luego de cenar en un restaurante
italiano, fuimos a descansar.
Día 13| Jueves 7 de
febrero
Con unas intensas ganas de salir a conocer Puerto Pirámides
me levante.
Ya eran las 9 de la mañana, y fuimos a desayunar en el bar
del Hotel, donde a través del ventana se veía el mar. Fuimos a dar una vuelta
por la playa, donde caminamos hasta el muelle. Allí tardamos casi dos horas,
donde pudimos ver algún que otro lobo marino dando vueltas, y contemplar la
hermosa playa.
Volviendo, nos encontramos con el hermano de un compañero de
trabajo, el que nos acompaño a comprar aceite para la moto. Como no teníamos más
filtros de aceite, volvimos a usar Yamalube, que nunca me dio problemas en ninguno
de los tres viajes.
De nuevo en el hotel, estiramos las cadenas lubricadas, cambiamos los aceites, y ajustamos todo para los últimos tramos a casa.
De nuevo en el hotel, estiramos las cadenas lubricadas, cambiamos los aceites, y ajustamos todo para los últimos tramos a casa.
Al mediodía fuimos a almorzar en la costanera, y mas tarde
con Leo fuimos a la playa, mientras el “Tano” dormía la siesta. Yo tenía muchas
ganas de ir a Puerto Pirámides, pero la verdad es que estaba cansadísimo de
tanto viaje, al igual que el resto.
Nos quedamos toda la tarde tirados en la arena, descansando,
y tomando un poco mas de Sol, ese que tanto vimos en la ruta.
Llegada la noche, fuimos a comer nuevamente, para empezar
con lo que quedaba de viaje.
Día 14 | Viernes 8 de
febrero
Muy cansados, nos levantamos temprano y desayunamos para
salir lo más rápido posible.
Yo tenía muchas ganas de pasar por Puerto Pirámides, y de no
volver tan a las corridas, pero la verdad es que los 3 en el fondo estábamos
muy cansados, y queríamos estar en casa.
Así que me borre de la cabeza la idea de Puerto Pirámides, y
desistí de conocer ese paraíso del que todos hablan.
Nuevamente en la Ruta 3, seguimos “subiendo”. Sufrimos un
poco menos el viento, y bastante una lluvia pasajera. Antes de empalmar la ruta
251, con destino a Rio colorado, paramos a cargar a nafta en una YPF sobre la
rotonda. Allí tardamos bastante porque había mucha gente.
Mas tarde, ya en la 251, el calor nos hizo sufrir mucho la
ruta. En General Conesa paramos por mas nafta y para comer e hidratarnos un
poco, porque el calor era insoportable.
Y lo peor, es que siguió siéndolo hasta Rio Colorado, donde
un rato más tarde volvimos a parar. Allí tardamos 2 horas en volver a salir,
porque sentíamos que nos derretíamos en plena ruta bajo el sol. Así que
salimos, y luego de un control policial, hicimos ruta hasta Bahía Blanca. Allí
nos recibió la noche, mientras cargábamos nafta en una estación de servicio.
La ciudad nos parecía que ese “aire” de ciudad nos haría
volver rápidamente a nuestros pagos, por lo que decidimos seguir viaje por la
33 hacia Tornquist. La 3 era quizás mas directa, pero lo mas seguro es que
estuviera llena de camiones, por lo que la descartamos.
Así que una hora y pico más de viaje, y ya estábamos en
Tornquist. Cabe aclarar, que de noche algunos automovilistas se “transforman” y
sacan su peor versión del conductor, por lo que hay que tener el doble de
cuidado.
El pueblo nos recibió muy bien, con mucha paz, y un hermoso
y económico lugar donde dormir.
Cruzando la calle, cenamos y bebimos un rato, y brindamos
por la hazaña casi completada.
Día 15 | Sábado 8 de
febrero
Salimos luego del desayuno y de saludar al buen hombre que
nos hospedo en la parada.
De nuevo en la ruta 33, nos recibió el sol en la ruta: la
zona montañosa de sierra de la ventana era una hermosa vista para la ruta, que
se perdía en los espejos de las motos mientras acelerábamos. Seguimos subiendo
hasta Pigue donde cargamos nafta, para
luego seguir hasta Guamini y hacer lo mismo. La mañana era soleada, y el sol ya
empezaba a pegar bastante, pero no fue motivo para frenar. Nos desviamos a la
ruta provincial 65, la cual es casi
intransitable: cero carteles, cero señalizaciones, y abundancia de pozos a lo
largo de unos cien kilómetros. Lo gracioso fue que terminando ese tramo, antes
de Bolívar, vimos el único cartel que decía “Cuidado: Ruta en mal estado” Un
chiste para el conductor. Hicimos parada
en Bolívar donde volvimos a cargar combustible, al igual que en Saladillo y
Lobos, siempre por la ruta 205.
Ya en Lobos, el calor era insoportable, por lo que nos
“refugiamos” un rato en el ultimo A.C.A. del viaje. Allí almorzamos y
descansamos bastante. Nos mirábamos las caras, todos con ojos mirada de
cansados, pero felices. Allí nos quedamos un rato, recordando detalles del
viaje, cosas pendientes, y riéndonos un rato del “triunfo” contra el viento y
el saber que nadie termino lastimado en algún accidente.
Pasadas dos horas, con un calor recalcitrante, seguimos
viaje. Llegando a Cañuelas, paramos por última vez en una estación de servicio
a tomar algo. Allí, entendimos que nos veríamos las caras “sin casco” por última
vez. Nos dimos las últimas palmadas en las espaldas, y mientras un grupo de
motociclistas de BMW nos saludo y nos felicito por la travesía en motos de baja
cilindrada, nos subimos al último trayecto de ruta.
Atravesamos con sonrisas la autopista Ezeiza Cañuelas, tramo
que se nos hizo cortísimo después de haber transitado la ruta 3. Lo mismo fue
con el tramo de la Ricchieri, donde bajamos en camino de cintura.
Luego de unas cuantas cuadras yo quise desviarme para ir a
saludar a mi novia, que me esperaba ansiosa, mientras que el “Flaco” y el
“Tano” siguieron. Allí, mediante abrazos y choque de manos, nos saludamos y nos
dejamos de ver las caras por unos días. Fue raro andar solo en la moto, pero
era inevitable.
Finalmente, después de unas horas, volví para mi casa del
tercer gran viaje de mi vida a bordo de la misma moto, donde me aparecí en mi
casa de sorpresa, para festejo de todos.
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Quizás, el viaje fue muy largo para tan pocos días. Quizás
el no haber hecho el resto de la 40, pasando por El Calafate, y conociendo el
Glaciar Perito Moreno, fue algo que quedo en el tintero. Pero es una excusa
para volver algún día de los que habrán de venir.
Este viaje fue particular: Porque desde que había vuelto del
norte, había empezado a sufrir ataques de pánico, angustia, y otros trastornos
psicológicos que me pegaron mucho en la salud, y con los que sigo peleando
todavía.
Los doctores se negaron a dejarme ir a semejante aventura.
Pero para mí fue un gran desafío; un desafío que pude lograr con la ayuda de
estas dos grandes personas, Leo y Claudio.
También quiero agradecer a la gente de Yamaha Motor
Argentina por la colaboración para esta aventura.
En números:
Fueron 7496 kilómetros en 15días, atravesando 7 provincias
argentinas en total, con un poco más de 2000 pesos argentinos por persona de
nafta.